En un mundo donde la tecnología avanza a pasos agigantados, pocas marcas logran tender un puente entre el pasado y el presente con tanta elegancia como BIC en su última campaña. Para celebrar el 75 aniversario de su icónico bolígrafo Cristal, BIC Brasil, junto a la agencia VML, lanzó “Un BIC, Un Libro, Dos Clásicos”, una iniciativa que combina inteligencia artificial, robótica y la esencia de la escritura manual para reescribir Romeo y Julieta de William Shakespeare. Lo impresionante no es solo que un robot completó las 212 páginas de la obra con un solo bolígrafo, sino que lo hizo replicando la tipografía del mismísimo Shakespeare, reconstruida con precisión gracias a IA. Este proyecto no es solo una hazaña publicitaria; es un ejemplo brillante de cómo las herramientas modernas pueden revitalizar lo tradicional.
La campaña parte de una premisa simple pero poderosa: demostrar la durabilidad del BIC Cristal, un objeto que lleva siete décadas siendo un compañero confiable para estudiantes, artistas y escritores. En lugar de limitarse a números o estadísticas, BIC eligió un desafío con alma: transcribir una de las tragedias más famosas de la historia usando solo uno de sus bolígrafos. Durante 63 horas continuas, un brazo robótico escribió sin parar, guiado por una IA que analizó el único manuscrito conocido en la caligrafía de Shakespeare—el de Sir Thomas More—y generó más de 20 versiones antes de perfeccionar una tipografía auténtica. El resultado, un libro físico donado al Real Gabinete Português de Leitura en Río de Janeiro, no solo celebra la resistencia del bolígrafo, sino que rinde homenaje a la escritura como acto creativo y humano.
Como ilustrador que trabaja con herramientas digitales, veo en esto una inspiración clara. Mi proceso a menudo empieza con algo básico—una línea, una forma—y lo transformo en algo que capta la atención, usando tecnología para potenciar lo que hago con mis manos. BIC hace lo mismo aquí: toma un objeto cotidiano, el bolígrafo, y lo convierte en un símbolo de conexión entre eras. La IA no reemplaza al autor; lo revive. El robot no sustituye la mano; la emula. Es una fusión que respeta lo clásico mientras abraza lo nuevo, algo que cualquier creativo puede admirar. En un video de la campaña, se ve la tinta azul del Cristal fluir sobre el papel, una imagen que recuerda cómo las tecnologías actuales pueden dar vida a ideas atemporales.
El impacto va más allá de la publicidad. Según Rodrigo Iasi, director de marketing de BIC para Brasil y Argentina, esta iniciativa busca mostrar que el Cristal es “más que una herramienta de escritura: es un símbolo de creatividad y historias duraderas”. Y tiene sentido. En un momento donde lo digital domina—tabletas, teclados, pantallas—BIC nos recuerda el valor de lo tangible. Un bolígrafo que escribe 212 páginas sin fallar no solo prueba su calidad; demuestra que las cosas simples aún tienen peso en un mundo complejo. Además, el uso de IA para reconstruir la caligrafía de Shakespeare abre preguntas interesantes: ¿qué otros clásicos podrían reinterpretarse así? ¿Cómo podrían los artistas de hoy usar estas herramientas para dialogar con el pasado?
La campaña también tiene un eco práctico. En mi trabajo, la tecnología acelera etapas iniciales—un borrador, un esquema—y me deja enfocarme en lo que importa: la idea detrás de la pieza. BIC aplica esa lógica: la IA y el robot hacen el trabajo pesado, pero el corazón sigue siendo la historia de Shakespeare y la fiabilidad del bolígrafo. Es un recordatorio de que la innovación no tiene que borrar lo tradicional; puede elevarlo. El futuro que BIC insinúa—donde la escritura podría volverse interactiva o fusionarse con automatización—es emocionante para quienes vivimos entre lo analógico y lo digital.
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